
La desilusión está tan lejos de alcanzarme, que me acostumbré a resistir y a equivocarme. Ya no puedo estar con la misma cara todo el tiempo porque no tengo ganas de reírme si no estoy contenta. (Tuve que tirarme sin mirar, sin importarme a dónde iba a caer.)
Y volví a caminar despacio .
Volví para no perder mi asombro .
Volví y pude abrir los ojos.
Volví para saber a dónde quiero estar.
Si me escondo, si me encierro no es por no confiar en nadie, sólo me sirve de defensa cuando estoy muy vulnerable. Me encontré con un montón de sensaciones olvidadas y me aseguré para nunca más volver a descuidarlas.
Tuve que tirarme sin mirar, sin importarme a dónde iba a caer.
Y volví.
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